Margarita

Inspirada en una historia similar, contada por mi madre. Pero que nos invita a reflexionar acerca de las cárceles autoimpuestas….

Margarita, dirige su mirada perdida a través de la diminuta ventana de su celda en la que solamente se divisa un patio interno del establecimiento por donde casi nadie circula, excepto cuando hay nuevos ingresos, mientras evoca nostálgica los pocos años de su juventud, cuando vivía en libertad. Ya casi no recuerda cuando corría libremente por el campo, descalza, ni cuando jugaba con sus hermanos más pequeños corriendo sin límites de potrero en potrero; ni cuando sumergía  los pies en el río sintiendo la frescura, el fluir y la pureza del agua tibia; ni cuando permanecía en soledad durante varias horas inmersa en su cotidiano paisaje de las fincas de Santander, donde sus canciones eran el sonido de los pájaros, de los grillos y el murmullo del río…No, casi no lo recuerda, solamente lo hace su alma solitaria, mientras que ella mira ausentemente por la ventana. Algo más profundo que ella llora, sin que el rostro de Margarita lo haga y ni siquiera lo intente.

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