¿Fiel, sacerdote o sabio?

Creo que todos los colombianos (¿o casi todos?) estamos de acuerdo en que estamos muy mal gobernados. Y no es un asunto exclusivo de partidos, del presidente de turno, ni de la corrupción desbordada de los últimos años. Más bien, la permisividad, la ignorancia y la pasividad de los ciudadanos es lo que nos ha llevado a ir cayendo cada vez más bajo, desde hace mucho tiempo. Tampoco es un problema netamente colombiano, sino argentino, venezolano, gringo, entre otros. Todos, víctimas de la democracia.

El origen de la democracia se remonta a la Grecia Antigua, en donde se desarrolló un sistema de gobierno para que el poder fuera ejercido por los ciudadanos a través de su participación directa. La forma de elegir a sus gobernantes, que se daba por aclamación, era práctica y transparente, dado que eran pocos los ciudadanos de las polis, más escasos aún si contamos con la exclusión de las mujeres y los esclavos.

La masividad de nuestros tiempos ha complicado las cosas y la bien concebida democracia se ha degenerado en luchas egoístas de poder e información. Varias han sido las guerras e intromisiones en pro de la democracia, como si ésta fuera un gran ideal incuestionable al que se le ha tratado como un bien universal similar a la Libertad, lo cual es una terrible confusión. El caos actual nos está mostrando que debemos acudir a un mejor modelo de gobernabilidad. Lo debe haber y, si no lo hay, debemos desarrollarlo.

Nos informamos a través de los medios de comunicación, en su mayoría subjetivos, manipulados y controlados por las garras del poder, los cuales son los encargados de formar nuestra opinión. José Luis Sampedro, economista y novelista español, afirma en una de sus entrevistas que “para que haya libertad de expresión debe haber libertad de pensamiento”, la cual evidentemente no tenemos. La prensa constantemente nos está diciendo qué pensar, qué opinar, qué atacar, qué defender. La educación tampoco ayuda, no solo porque desincentiva la formación del criterio y del pensamiento independiente, sino por la generalizada mala calidad que mantiene al pueblo en la ignorancia más precaria. Ejemplos hay muchos, desde la venta de un voto a cambio de un tamal o de una promesa –siempre incumplida– hasta las repetitivas opiniones que aparecen en las redes sociales alusivas a la polaridad política que estamos viviendo, que se evidencian como un exitoso implante en nuestras mentes, llevado a cabo por la ingeniosa publicidad política. Hay que ver las palabras que se usan: todas son las mismas.

En la pirámide religiosa existen tres niveles de poder: los fieles, los sacerdotes y los sabios. Los primeros, que son la mayoría, son quienes siguen con fe ciega los mandatos de los segundos, sin pensar. Solo cumplen, creen y obedecen. Los sacerdotes, un grupo más reducido, conocen a profundidad las doctrinas que profesan (pero en las que no siempre creen) y usan dicha comprensión para guiar, pero también para imponer, controlar, convencer y manipular a las masas. Muchas veces su propósito está motivado por un bien común, pero otras, está originado por necesidades personales, ya sean económicas, de poder, de reconocimiento, sexuales, etc. Como la mayoría de los fieles no piensan y solo obedecen en su buena fe, no se dan cuenta de los intereses ocultos de los sacerdotes. El último nivel de la pirámide, más estrecho, menos protagónico, es el de los sabios. Ellos voluntariamente se salen de este sistema de poder. Comprenden que hay una verdad superior que no forma parte del juego en donde unos manipulan a los otros, sino que el poder real reside en el interior de cada cual. Son quienes más conocimiento tienen y, sin embargo, no lo usan para beneficio personal. Más bien, lo tienen incorporado en su forma de ser, de dar, de trabajar, de comunicar, de expresarse, de aconsejar. Es su manera de aportar al mundo, formando una nueva consciencia basada en los ideales supremos de la humanidad tales como la Libertad, el Amor, el Conocimiento, la Armonía, la Naturaleza, etc. (¿se dan cuenta que aquí la palabra “democracia” chilla?). Nunca toman partido, porque no son fichas de ajedrez, ni siquiera el rey, sino que están observando el juego desde un plano superior. Tampoco pertenecen a religión alguna, porque saben que Dios está en la contemplación y no en las doctrinas.

La explicación de los niveles de poder que acabo de dar en términos religiosos se repite en otros ámbitos, tales como la política y la publicidad. Sugiero a los lectores que se pregunten en qué nivel se encuentran. ¿Son los obedientes fieles que defienden visceralmente a su líder político? ¿Profesan, con fervor, como si fueran propias, las ideas que leyeron en la columna de opinión o en una campaña publicitaria? ¿Entienden el juego maquiavélico de la política? ¿Reconocen que varias de las creencias que definen como irrefutables fueron implantadas en sus desprevenidos cerebros? ¿Qué ideas son genuinamente suyas? ¿Sobre qué realmente pueden poner las manos en el fuego?

No todos estamos preparados para ser sabios. Tal vez, primero sea necesario pasar por ser fieles, para llevar una vida tranquila y recibir doctrinas prácticas, cómodas, que moldeen nuestro comportamiento cuando no sabemos escuchar a la voz de la consciencia, que nos fuercen a dar a otros cuando todavía nos domina el egoísmo, que nos hagan cumplir las leyes cuando no nos nace respetar al otro… hasta que llegue el momento de comenzar a cuestionar, a entender, a refutar, a dudar, a mirar más allá de nuestras narices y, sobre todo, a intuir. Entonces, tal vez, podamos ascender a sacerdotes, en donde se nos pueden presentar dos caminos:  quizás la pureza de corazón nos dé la oportunidad de ser buenos guías e inspirar a un grupo de fieles para que tomen un camino de ascenso y autodescubrimiento. O, por el contrario, la ambición nos incite a beneficiarnos de las trampas del poder y a enredarnos en sus tentadoras delicias que no nos dejarán sacar la cabeza del fango de este juego sucio, hundiéndonos cada vez más, usando a nuestros ingenuos fieles como marionetas de nuestro ego, alimentando nuestra vanidad, cegándonos y evitándonos ver la hermosa luz de la privilegiada, escasa, esquiva y sagrada sabiduría. Esto es lo que les está pasando a nuestro lujo de gobernantes, y si usted los defiende, al que sea, déjeme felicitarlo por ser un buen feligrés.

4 comentarios sobre “¿Fiel, sacerdote o sabio?

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  1. Super bien Carito, ciertamente comparto tu escrito. De forma muy clara expones tres de las cabezas del apocalipsis, las cuales controlan la gran mayoría de los humanos de este planeta. Gracias por tus escritos.
    Un abrazo. GN.

  2. Excelente artículo, como todos los anteriores los leo con avidez. Describes muy sabiamente unas posiciones que estaban ahí latentes pero que uno nunca se había puesto a analizar. Muy buen análisis. Como siempre, muy buen estilo literario y muy sabias reflexiones. Un abrazo primita y no dejes de enviarme tus escritos.

  3. Carolina! Excelente escrito! Y de acuerdo la libertad de expresión en este país interfiere con nuestra libertad de pensamiento
    Gracias por compartir con nosotros , con tanta generosidad, tu pensamiento!

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