Me gustaría que nuestra sociedad fuera más auténtica, como la mexicana, que tiene una profunda identidad cultural que defiende a capa y espada y que, además, promueve con orgullo y devoción. Los mariachis, los tacos y las rancheras ya se encuentran muy bien posicionados -para hablar en términos de mercadeo- en varios países del mundo. En cambio, aquí parece que nos avergonzara nuestro lindo folclor, que no creyéramos en nuestros propios productos, que no valoráramos nuestro talento local, que nos importara un bledo el progreso de nuestra gente. Los bambucos se están extinguiendo y ya los niños ni siquiera saben qué es un tiple. En las presentaciones de los colegios ya no cantan villancicos, sino el “we wish you a Merry Cristmas” y nuestro arribismo nos hace despreciar todo lo que sea nacional. Preferimos copiarnos de todo, acoger gustos extraños, adoptar modas globales, comprar marcas internacionales de las que no sabemos absolutamente nada, por ejemplo, si usan mano de obra infantil o esclavizada.
Ya que como que lo nuestro es copiar, preferiría mil veces que lo hubiéramos hecho de los europeos (espíritus viajeros consumidores de cultura, de arte, de aventura) y no de los gringos, consumidores compulsivos de cuanto producto aparezca en el mercado, de imagen, de apariencias, de estatus, de marcas y de su casi único tedioso entretenimiento que es ir a las rebajas de los centros comerciales y hacer filas desesperantes cada “Black Friday” (si, triste, ya llegó la copia aquí y, además, mal hecha).
Necesitamos un consumo consciente, en diversos frentes, no solo el ecológico, en donde deberíamos preferir todo lo que cuide a nuestro apaleado planeta, sino aquel que no afecte a nuestra comunidad. Todo lo contrario, que la enriquezca. Si cada país, empresa, región se preocupara simplemente por el bienestar de su comunidad, en lugar de tratar de invadir a punta de chécheres a los otros (como ocurrió con otros métodos y otros propósitos en la época de las conquistas y las colonias), seríamos un planeta menos pobre, más desarrollado, más justo.
Otra forma de consumo consciente es dejar de comprar tanta pendejada que no necesitamos. Sueño con el día en que en lugar de abastecernos de tantos productos innecesarios (que hoy en día mueven la economía y el empleo, cómo no) compráramos arte, entretenimiento, ideas, información y que todo aquello fuera el motor de la prosperidad.
Les cuento una anécdota reciente: cuando salimos de clase de yoga, casi siempre vamos a desayunar con mi mamá y” las primas”. Hoy, en lugar de ir a donde Ana (una joven atenta y emprendedora, que comenzó sola su negocio al lado de su madre después de estudiar repostería y cocina y que se esmera por atendernos y darnos gusto en nuestros caprichos), decidimos cambiar a otro café cercano. En la mitad de nuestra conversación llegaron dos policías para intentar solucionar las acaloradas disputas en que se encontraban las dos parejas de socios del local, que parecían actores de una tragicomedia: un paisa con una mujer rubia versus un costeño con una argentina. El costeño trataba de insultar a la señora alta, muy guapa pero escasa de cintura, diciéndole “travesti”. La argentina, esposa del costeño, le decía al típico paisa que se deja colgar unos cuantos crespos en la nuca y se aprieta demasiado sus bluyines, esposo de la travesti, “salí del clóset, maricón”. El paisa vio arribar al hijo del costeño y le clavó un puño que le partió la nariz. El costeño se lo devolvió. La travesti quería raparle el celular al costeño, pues la había grabado sacando plata de la caja registradora, pero los policías lo decomisaron.
¿Por qué viene al caso el episodio? Porque creo que debemos preguntarnos, siempre, a quién le estamos comprando. ¿Al capitalista multimillonario que explota niños en Pakistan y que, además, desprecia a los latinos, aunque sea más barato? ¿A una mujer emprendedora, cabeza de familia, aunque sea un poco más caro? ¿A un empresario honesto? ¿a la travesti con su paisa mandapuños, que roba a su socio? ¿O a Ana?
¿Estamos generando empleo en nuestra comunidad? Algunos creen que ese tema no les incumbe, que no les afecta, que debe ser un problema de otros, pero ese individualismo tan propio de los colombianos es lo que nos mantiene atrasados. He sido testigo de empresarios del sector textil (unos ya quebrados) que se quejaron de la entrada al país de Zara y de Forever 25, pero que usaban un Volkswagen (los Mazda eran muy buenos, pero esa ensambladora hace poco cerró en Colombia), mientras que los empresarios de autopartes se quejaban del contrabando y de tantas importaciones innecesarias, pero se vestían con la ropa de Zara. Y luego escuché quejas de aquellos que no tenían nada que ver con la industria, como los actores (que vestían con Zara y tenían Volkswagen), hasta que les llegó su turno cuando los canales entraron en crisis y prefirieron traer novelas brasileras que pusieron en horario triple A, en lugar de contratar al talentoso elenco colombiano. Novelas que vieron en el canal RCN los campesinos que ya no madrugaban tanto porque nadie les comprabas las papas, que se comenzaron a traer de Holanda, porque eran mucho más baratas, a pesar de haber hecho unos cuantos paros que no solucionaron nada. Hasta que en penúltimo lugar quedaron los pocos que no se afectaron por haber mirado tanto hacia afuera, que eran los importadores con sus bolsillos llenos de dinero, y sí señores, que cómo no, que todos esos pobres que se quedaron sin trabajo, ya desesperados, son los que les están robando los espejos a sus lujosos carros.
Y los últimos, los políticos y los dirigentes del país, los únicos que no se perjudicaron de la anacrónica teoría de la globalización y los mal negociados TLC (que nos vendieron exitosamente y que por eso Trump -que sí protege a su industria- no quiere deshacer, como sí lo va a hacer con México) se enorgullecen de haber traído una “inversión extranjera”, la más dañina de todas, esa que está saqueando las selvas del Chocó y pelando todas nuestras montañas sin ni siquiera dejar un peso por acá, esa que solo nos viene a vender (pero no a generar empleo) y a arrasar con los pequeños emprendedores, esa que supuestamente nos está haciendo comprar más barato, pero que ya ni sirve porque sin trabajo…, esa que nos está haciendo comer carne de vacas hacinadas, alimentadas con maíz transgénico y levantadas a punta de antibióticos en las CAFO (Concentrated Feeding Animal Operation) en lugar alimentarnos de las vacas que pastan felices en las extensas llanuras de nuestras lindas tierras.
Y con tanta crisis, y a falta de los petrodólares que financiaban tanta importación (de lo que fuera) y la desmedida corrupción, entonces nos subieron los impuestos, para que puedan seguir robando, para que todo sea más caro, para seguir ahorcando a las pocas industrias que quedan.
Aunque este texto parezca un desahogo, quejarse no sirve. El individualismo de los dirigentes es el fiel reflejo del de los colombianos. Todo empieza por cada uno de nosotros, que podemos comenzar, al menos, entre otras pocas cosas, con un consumo consciente.
PD: este texto está dedicado a mi papá, gran luchador en pro del empleo y la industria colombiana. Te Quiero Mucho.
PD2: No se me ofendan mis amigos del Volkswagen, es con cariño.
;….(
Comparto enteramente tu preocupación, aunque no deberíamos generalizar. Si que hay muchos gringos que matan su tiempo en los Malls pero no son todos. Es que me molesta que si un latino se roba algo, no sobra el que dice:»los latinos son unos rateros», las generalizaciones son odiosas. Y aquí (Miami) son todos los latinos para ser honestos los que no pueden perder ni un minuto para ser gastado en el mall, con los pobres bebés y chiquitos rogando que se vayan.
Tambien de acuerdo en que todo comienza en casa, en cuanto a la referencia que haces de comprar cosas que no necesitas y no te producen ningún beneficio. Aplica muy bien el proverbio de alguien «No es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita». Yo acabo de reducir mi espacio de vivienda en 1.500 pies cuadrados y soy 1500 veces más Feliz.
Gracias Caro, súper reflexión.
Caro, definitivamente estas a tiempo para lanzarte a una carrera de politico. Si hay alguien quien el pais necesita son personas como tu, comprometidas desde siempre por el bien y desarrollo de todos…
Me encantó Caro, muy cierto!!
Felicitaciones por ese artículo tuyo que resume magistralmente todo lo que nos está sucediendo. Debemos hacer algo para parar tanta porquería antes de que perezcamos ahogados en la miseria. Es tiempo de empezar a participar en la política, aunque sea no más votando con responsabilidad, para desplazar a la mayoría de dirigentes corruptos, que solo esta allí para llenarse los bolsillos con nuestros impuestos.
Un abrazo,
Guillermo
Carito como todos tus artículos, los que leo siempre y me encantan este está estupendo. Muy buen análisis haces de la situación. El esnobismo e individualismo es un mal general, y no solo en Colombia, en mi opinión es general. Comparto tu opinión sobre mi primo Germán, por muchas décadas ha generado empleo a miles de personas. Emprendedor como tu!! Un abrazo para ambos
Muy acertado y preocupante comentario. Hay que empezar por la educación en los colegios para infundir amor patrio. Pero mientras los gobiernos sean dirigidos por personas sin él no habrá frutos. Gracias.
Caro, estoy totalmente de acuerdo contigo…es el momento de la consciencia y del apoyo a lo local, saber que consumimos y porque es el primer paso!!